martes, 3 de febrero de 2009

excesos

Un camino de excesos.
Eso es algo con lo que yo soñaba cuando puberta. Deshacerme de todos mis prejuicios(hacia los demás y hacía mí misma) y arrojarme de lleno a los placeres, a esos placeres grotescos que se hacen llamar les paradisos artificialis. Sin embargo, una vez dentro de esa caverna (que al principio parece reluciente y llena de lujos) te das cuenta de la oscuridad, una oscuridad nunca antes vista. ¿Acaso será que los placeres son equivalentes a los dolores? ¿el sufrimiento y la alegría tienden a traer las mismas consecuencias?
Es irrelevante profundizar en preguntas como esas ya que la respuesta siempre será un sí. El estado que el ser humano desea obtener es el equilibrio. Cualquier tendencia hacia alguno de los extremos te deja desquiciado, enfermo.
Últimamente los excesos me llaman de una manera tan exquisita que me es imposible decirles que no, y aunque suene engreído, jaja por los dioses que ya me cansé! Estoy harta, aburrida, esto me enferma. No hay a donde voltear.

Dejándome de estupideces y tomando esto como un diario (chingasumadre). Estoy feliz, ezquizofrénicamente feliz, atorada en la felicidad, embarrada del lodo de la felicidad. ¡¿Qué demonios significa esto?! ¡¿Yo?! ¡¿Feliz? Tan feliz como una fiel de rodillas ante el papa. ¡Así! ¡así de descomunalmente feliz me siento! Es como si todo me hubiera sido vedado y de golpe todo lo que pude haber soñado con anterioridad estuviera en mis manos, ¡y que digo en mis manos! ¡en mi corazón!(¿ah? ¿yo tenía corazón?), asi como cuando me dicen dulces palabras (oh que ingenua me leeo) pero en fin, no debo más que agradecer a los dioses por esto.