jueves, 15 de octubre de 2009

ApoderARTE

El arte como tal, es expresado como cualquier cosa hecha por un ser humano con el fin de expresar sentimientos, emociones, ideas. Cualquier cosa proveniente del mundo sensorial, los sabores, los colores, los sonidos. Para crear, entonces, el hombre se vale de distintos medios que le permiten lograr su cometido y decir lo que desea transmitir a su congénere. El hombre hace visible lo invisible, hace tangible lo impalpable.
En un sentido amplio, el arte, que viene del latín ars que significa técnica y fue divido por los sabios de la antigüedad en las bellas artes y las artes menores. Las bellas artes abarcan la arquitectura, la danza, la música, la poesía (literatura), la pintura. Aunque recientemente se le han agregado el cine, la fotografía y la historieta. ¿Curioso, no?
Sin embargo, a pesar de que es unánime la opinión de que cualquiera de estas disciplinas son, efectivamente, ramas del arte, las cualidades que hacen de cada obra en particular parte de éste y por tanto, llena y saturada de estética están sujetas a una enorme polémica. Muchos factores entran conflicto a la hora de tratar de establecer una opinión acertada sobre el tema. Pero uno que cobra importancia sobre los demás sería probablemente el placer que debe experimentar el receptor del mensaje contenido en la obra. La intensidad de las sensaciones que se produce en el reflejo sensible de la misma que nos centraliza y unifica. El poder de evocación y de reafirmación en nosotros mismos constituye el valor fundamental: el que despierte goces sensuales en los seres humanos.
Para Ernst Gombrich en realidad el arte no existe, para él, sólo hay artistas. En el arte recae todo el peso de la cultura, de los tiempos, de los conflictos de cada época. Si bien, los cánones estéticos existen, hay barreras que se van derrumbando con el paso de los años. Pondré un ejemplo: en una edad en donde el hombre yace desprovisto de seguridad, cuando el hombre se torna nihilista y carente de intereses debido a múltiples razones de su entorno, por ejemplo, en un ambiente general de post-guerra, la obra más despreocupada atenderá a sus necesidades y a sus deseos más profundo; una obra donde se plasmen las realidades alternas y el mundo de los sueños ofrecerá a nuestros yos rutas de acceso a otras opciones de recreación. Entonces, ésto o aquéllo que nos provoque un sinfín de sensaciones, muchas veces inconexas pero encaminadas de buena manera a la misma finalidad puede llevar, sin duda alguna, el estandARTE de “la belleza”.
Aún así, por mucho que queramos defender al arte como medio de creación, de endiosamiento, de libertad, de sublime expresión, como un medio para deshacernos de las ataduras y alberca donde sumergirnos en un mar de heroica y pomposa dicha, no podemos hacer mucho. Hoy en día muchos conceptos absurdos navegan con la bandera del arte. El poder ha fijado su escrupulosa mirada en la obra artística y ha decidido que ha de adueñarse de ella a como de lugar: repartiendo becas a diestra y siniestra, haciéndose amigo de innovadores y por supuesto, hacerse propaganda de ellos.
La ventajas del producto que lleva el emblema de una nación, de los gustos, miedos, bajezas y aspiraciones de un pueblo, no puede tomarse a la ligera. Es así como el problema va más allá de lo que cualquiera de nosotros pudiéramos pensar y es porque el meollo del asunto es algo que es más propio del ser humano que el amor a lo hermoso: la voluntad de poder.
Así, el arte, los estándares estéticos de una época en un lugar determinado, se convierte en la mejor herramienta para llegar al corazón malherido de la víctima. La lástima con la que se debe ver al prójimo, es otra cosa que debe ser tomada muy en cuenta. Saber por adelantado que todos los seres existentes en este mundo están acongojados y viven sólo por vivir. El elixir que la belleza y el placer proveen es lo que hace de sus insipientes vidas el carrusel alocado que todos desean experimentar. Tomando esto en cuenta, cualquier esfuerzo, bello por supuesto, significará hacerte de fans, muchos o pocos, eso no importa. El hombre creador, el hombre inteligente que ve a su prójimo con lástima y le da un juguete para que se revuelque en su charco de lodo, será exitoso, adulado, admirado, acaudalado e incluso, alabado como a un dios, podrían decir algunos. ¿Acaso eso no es el poder! Qué es el poder sino tener al pequeño vecino en la palma de tu mano, observándote con religiosa exaltación. El hombre creador de cosas bellas se convierte a sí mismo en una escultura fantástica, hecha del más excelso barro humano, tallado por los mismísimos dioses en persona.
Algunos miembros de éste fabuloso gremio de los artistas ya se han dado cuenta de esto que menciono (“algunos” es un eufemismo) y han llevado sus límites hasta las últimas consecuencias. Escritores, pintores, escultores, por mencionar algunos: Octavio Paz, Diego Rivera, Miguel Ángel y más contemporáneamente, hasta los actores de televisión(como Arnold Swachsenegger).
Díganme entonces, el placer plasmado, los sentidos derramados ¿es igual a belleza ó a poder?