miércoles, 30 de septiembre de 2009

Supermercado

Era una tarde-noche grisácea. No teníamos nada en la despensa y decidimos ir a un supermercado medio lúgubre y raro pero que tenía extraordinarias ofertas. Estaba comunicado a una red de locales, algo así como un mall pero no tan lujoso. Tenía tres pisos de altura y la tiendita de increíbles precios bajos se hallaba en el segundo piso conectada a la demás estructura por una pequeña escalera. Más bien era una tienda “underground” que sólo muy pocos elegidos conocíamos.
Tomamos un carrito, era chistosísimo, de puro milagro no se caía en pedazos. Los fierros chillaban a cada centímetro que lo deslizabas. Estábamos en el área de sopas instantáneas cuando unos muchachos bastante maduritos se acercaban también con su carrito carcacha. Tenían un rostro varonil y cuadrado, con mandíbula pronunciada; uno era rubio y otro moreno. A mí no me gustan los rucos, pero a mi amiga sí. Ella comenzó a hacer ruiditos raros:
“Papasitosss. Dijo en voz media-baja mientras hacía como si succionara un espagueti gigante.
--¡Cállate pendeja! Exclamé en voz baja porque los tipos se acercaban cada vez más.
Mi amiga me ignoró y siguió pronunciando sus obscenidades. Entonces salimos de ese cuarto para entrar al “departamento” de carnes (cada departamento era un pequeño cuarto destartalado). Estaba frío y los sujetos ya nos habían alcanzado.
--¿Están urgidas verdad?-- preguntó el hombre del pelo largo y rubio sin importarle la respuesta y empezó a quitarse la camisa.
Yo me excusé: -- Yo no, yo no, yo no dije nada--- y di unos pasos hacia atrás.
Me dio miedo. La actitud del hombre era hostil y su voz amedrentaba.
Volteé a ver a mi amiga. Estaba feliz, sus ojos brillaban clavados en el miembro del aquél güero.
Me fui. Esto iba a acabar de una manera que no me proponía ver.
Bajé las escaleras y salí a un patio grande con locales alrededor. Me senté en una banca. “¿Qué diablos acababa de suceder?” pensé con todo mi cuerpo expresando incredulidad.
Un piquete en la espalda y David estaba sonriéndome.
--¿Ey qué haces aquí?
--Pues nomás, ya ves.
--Vente, vamos a caminar.
El lugar era bastante grande, mucha gente, mucho ruido. La pista de hielo llamó mi atención. No di crédito a lo que ví: bebés deformes en la pista; otros sólo en posiciones extrañas. Los bebés no lloraban, sólo abrían sus grandes ojos de los que brotaban gruesas lágrimas.
Los patinadores iban poniendo nuevos bebés en la pista y recogían otros.
David vio mi cara de horror y para tranquilizarme (supuestamente) dijo: “son esculturas, es lo nuevo en arte”. No lo podía creer. Hasta dónde había llegado el hombre con la maldita bandera del arte.
--¿Por aquí puedo ir al tercer piso?
--¿Venías de la tienda, verdad?
--Si.
--Más adelante puedes subir por la otra escalera. Luego te llevo, sigamos caminando.
--No, me voy.-- Le di un beso en la mejilla y corrí.
No me importaba si encontraba a mi amiga en el mero punchis punchis. Tenía que irme de ahí. Tenia que contarle a ella lo que acaba de ver. Subí la escalera y me detuve a espiar, por si las moscas, pero ningún ruido salía del cuarto de carnes.
Entré al frío y bizarro lugar y sólo pude ver en el piso un tronco de mujer, sin brazos, ni piernas ni cabeza. Reconocí en ese torso la ropa de mi amiga. No había sangre ni rastro de sus miembros.Ese pedazo cercenado estaba ahí, sin más ni más ¿Qué debía hacer ahora? Observé por dos horas y después me retiré.

Apocaliptia

Han pasado ya seiscientos años desde que la Tierra fue destruida casi en su totalidad. Fueron los humanos quienes la destruyeron. Cuando una guerra terrible terminó...ellos aparecieron.
Bajaron de los cielos en túnicas blancas, resplandecientes, buscando los últimos vestigios de humanidad.
Fue después de unos días cuando el primero de ellos encontró unos pocos sobrevivientes. Pero dos escaparon y pudieron alertar a un campo de refugiados situado al este del mediterráneo.
Para esconderse de ellos cavaron refugios que con el paso del tiempo se convirtieron en una red de ciudades interconectadas.
Seiscientos años son. Los arcángeles aun buscan. No duermen, no descansan y no pararán hasta encontrarlos.
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--¿Y ahora que crees que esté sucediendo Clin?
--no es posible precisar las circunstancias, pero sin duda esta vez es un arcángel.
--Tienes razón, jamás hubieran actuado de esa manera si no.
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La oficina entera estaba esperando. Nerviosos observaban la pantalla principal.
Uriel estaba sentado en una roca. Su aura resplandeciente inundaba su alrededor de brillo. Elegante, soberbio. Con una mano apoyada en su rodilla sujetaba su barbilla. Parecía aburrido, el viento agitaba su blanco cabello. Sus ojos de fuego no miraban nada. Aguardaba.

--¿Está seguro jefe, que podremos obtener la información necesaria de Uriel?
Eso esperamos. Es el menos agresivo, podemos esperar buenos resultados al mandar a Erick.

Un estruendo se oyó en el pasillo. Como siempre, Erick había roto una alacena con equipo que estaba a la entrada de la oficina y su pequeño robot Clin moría de risa en el corredor.
“¡Eres un tonto Erick, no puede ser, siempre haces lo mismo!” Y su risa de ardilla borracha retumbaba en la oficina principal.

Cuando Erick entró, no hubo necesidad de decirle nada. Su brazo reaccionó inmediatamente. Uriel estaba en la pantalla, como lo había supuesto, uno de los siete. Pero…¿Uriel? Era demasiado peligroso. ¿Acaso intentaban...?
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El jefe dijo sin rodeos: “ésta es la situación. Necesitamos que subas y lo enfrentes, no esperamos que lo venzas, claro que no, pero necesitamos tiempo. Hemos elaborado un dispositivo que nos permitirá analizar a los arcángeles. A cada uno le acompaña un animal legendario, compuesto de los elementos químicos que conocemos. Sin embargo, ellos no parecen contener ningún átomo perteneciente a éste mundo. Necesitamos recopilar información, no logramos entender muchas cosas”.
Erick asintió. Desde que su entrenamiento había comenzado nunca había tenido un acercamiento cara a cara con alguno de ellos. La adrenalina causaba un efecto casi mágico en su rostro y sus blancos ojos se veían azules.
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Cuando algunas ciudades ya se habían establecido, surgió una interrogante. ¿Vivirían escondidos por toda la eternidad?
Eso no era posible, de cuando en cuando era necesario salir a buscar alimentos que no se podían obtener bajo la tierra y la vida de los escuadrones que salían a buscarlos se arriesgaba.
El líder de aquél entonces recomendó la formación de guerreros que pudieran enfrentarse a ellos. No se esperaba que los derrotaran, pues la fuerza y habilidades de los arcángeles sobrepasaban cualquier expectativa. Se esperaba entonces, que los distrajeran, de manera que cuando el escuadrón estaba en riesgo, pudieran huir a la ciudad y completar la misión satisfactoriamente. El primero de ellos fue llamado X y le fue dada una mística y legendaria espada: excallibur. La espada no podía ser tocada por ningún ser humano, ya que elegía a su dueño. La espada tenia conciencia de sí misma y ese portador nace cada 1000 años. El laboratorio concibió una solución para que X blandiera a excalibur. Su brazo derecho fue amputado y en su lugar fue puesto un brazo biónico con las características necesarias para ser aceptado por la espada. Fueron hechas mas espadas a réplica y los guerreros que sucedieron a X las blandieron.
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Los entrenamientos eran extremos. X estuvo a punto de morir en varias ocasiones. Sin embargo y aunque pusiera parecer absurdo, eso aumentaba su fortaleza.
La familia de X había muerto a manos de un arcángel. En una extraña situación, Miguel había arremetido contra un grupo de pescadores en la costa oeste del mediterráneo.

Su brazo era una combinación de moléculas manipulados genéticamente para acoplarse a una clase de metal. Roca bastante extraña llamado piedra lunar.
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Se le humedecieron los ojos. Sería imposible precisar el sentimiento que produjo esas lágrimas. Justo frente a el estaba Uriel. Por debajo de su túnica se veían unos pies de nieve, hermosos. Todo él era una obra de arte. ¿Qué les hacía destruir a los pequeños hijos de Dios, los olvidados, los pobres, los miserables seres humanos? Todo eso cruzó por la mente de Erick al contemplarlo, recordó las masacres, la guerra. ¿En realidad era esto lo que deseaban?
Sus pensamientos se congelaron. Uriel se había levantado de la roca. Su expresión daba a entender que lo sabía, que lo había estado esperando. Alzó una mano al cielo y un relámpago inmenso se vio en medio de los dos. Las nubes negras ya venían tras de él. Lanzó una ráfaga de viento que Erick esquivó con dificultad: “Es demasiado rápido”. Pensó mientras acumulaba una técnica en su excalibur. El laboratorio estaba estupefacto. Erick corrió hacia él mientras liberaba su técnica mientras Uriel hacia crecer una roca justo entre la técnica y él. Uriel era el manipulador de la naturaleza. Impasible, su lobo blanco aguardaba, parecían tenerle sin cuidado las acciones de su amo. Erick atacaba con fuego pero Uriel respondía con hielo rojo. Esto no acabaría nunca. Ambos eran rápidos pero los ataques de Erick eran rebotados.
Un punto en la pantalla lateral comenzó a moverse. Uno de los de la oficina se dio cuenta. Los demás estaban pegados a la imagen de la batalla. Zadquiel se dirigía a acompañar a Uriel. El miedo se expandió como humo de cigarrillo por la oficina. Era el fin. A esa velocidad tardaría una hora en reunirse con Uriel. No había manera de sacar a Uriel en tan poco tiempo. Además el dispositivo aún no había sido enviado pues estaban esperando un momento oportuno.
La única opción era ayudarlo de alguna manera para poder escapar de los dos monstruos y obtener la información. Era muy arriesgado.
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X estaba en las instalaciones. Lo llamaron y entró sudado y con sus ropas hechas garras por el entrenamiento.
“Te unirás a Erick, es la única oportunidad que tenemos para que sobreviva”. Los blancos ojos de X se entornaron, tenía un mal presentimiento.
“Debes darte pisa y sacar a Erick de ahí, enviaremos una cabina que los traerá de regreso La colocaremos a dos kilómetros de la ubicación actual de Uriel. Contamos contigo”.
Lo vistieron. Subía a la superficie en la cabina mientras, nervioso, rezaba por llegar a tiempo.

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Había oscurecido, eran las nubes que Uriel había traído consigo. Ambos saltaban aquí y allá entre las rocas. Apenas podían verse.
La mayoría eran destellos rojos. El elemento favorito de Uriel: el fuego.
Erick hacia lo que podía, su excalibur liberaba la energía necesaria pero él ya estaba cansado. Su brazo de carne sangraba y tenía mucha sed.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La lengua (Hablada, escrita y pensada. Un llamado a los lingüistas y pensadores).

Recientemente me he puesto a pensar: a veces el corazón y la mente tienen sensaciones que no se pueden explicar. Pero... acaso es válido que con el mejor sistema de comunicación que existe, el habla, sea imposible explicar todo lo que pasa a través de nuestra insulsa cabecita o nuestro terco corazón?
Cierto día observaba una serie un tanto sangrienta, bueno a decir verdad, muy sangrienta, con violencia psicológica y demás. Observé alrededor de dos horas unos tres o cuatro capítulos que trataban de un mismo tema.
Al terminar el maratón de hemorragias, no pude describir lo que sentía. Un sentimiento, sensación o percepción nueva para mí. Algo que no podía catologar en ninguno de los sentimientos existentes en mi vocabulario, me atrevo a decir que ni siquiera en el diccionario de la real academia española podría haber encontrado una definición para eso en aquellos momentos.
Luego, reparé en una sensación tan curiosa que me aborda desde niña. Antes me ocurría cada domingo, ahora, no conozco las razones exactas por las que se me desata un episodio. A veces es por el frío, a veces por la piyama (cuando me la dejo puesta todo el día) a veces por la escasez de gente o viceversa, cuando hay demasiada gente en mi casa, la cual consta de un espacio muy reducido. En fin, si bien no puedo determinar las causas, si puedo determinar una a una las reacciones que pasan en mi cuerpo: me da miedo, una especie de miedo-vergüenza, como cuando te hayas desnudo y presientes que alguien te observa (aunque eso no sea del todo cierto). Sin embargo, no sólo se limita a eso, ojos de luz que me observan, ganas de correr o de meterte dentro de una caja.
De vez en cuando me pasa en lugares públicos aunque generalmente lo sufro en la comodidad de mi hogar.
Entonces busco, nuevamente, entre mi acervo cultural un maldito nombre para designar todo aquello.
No lo encuentro.
¿Es un problema como mi mente? ¿Es un problema de confundir, mezclar y fundir diferentes sensaciones inconexas en una sola emisión de sensaciones?
No lo creo. Más bien es el idioma, el lenguaje, el que esta en pañales, incompleto, mentiroso y por eso no hay una palabra o palabras para llamar a algunos sentimientos, sensaciones e incluso pensamientos del hombre.
¿Caemos en algún error al llamarlo medio de comunicación?. En cuanto a esta última pregunta me extenderé un poco.
Voy por la calle en un hermoso día lluvioso, y me parece inventar mil canciones en mi cabeza, mil y un poemas y muchos pero muchísimos más pensamientos complejos como cavilar en la similitud entre las esencias de la tierra misma y la virilidad del hombre.
Esas cosas que al transcribirlos en papel parecen carecer de sentido.
Creo saber, o intento pensar, que no dispongo del material necesario para construir mis pensamientos. No puedo reproducir fielmente ni al papel ni a la voz con exactitud lo que pretendo comunicar. ¿Falla entonces mi idioma, el español? ¿Encontraré en el ruso, alemán o griego la posibilidad de dar a conocer mis canciones, las sinfonías de mi corazón?
Mucha gente, estoy segura, y lo he comprobado, piensa infinidad de cosas tan complicadas y profundas, que nunca en la vida serán capaces de externarlo y no creo que por el simple hecho de no querer hacerlo sino porque nos vemos imposibilitados por las palabras, la sintaxis y todas esas reglas de la lengua que muchas veces lo que hace es truncarnos e imposibilitar la verdadera comunicación. El hombre se comunica con frases pre-elaboradas, con códigos de cortesía, y formalidad. Convencionalidades ya establecidas para lograr al máximo una conexión superficial con todo congénere.
¿Queremos en realidad una conexión de esa insignificancia, tan mínima, tan reducida, tan mezquina?

Debemos hacer algo para cambiar la manera en que el lenguaje esta establecido.YA.