miércoles, 30 de septiembre de 2009

Apocaliptia

Han pasado ya seiscientos años desde que la Tierra fue destruida casi en su totalidad. Fueron los humanos quienes la destruyeron. Cuando una guerra terrible terminó...ellos aparecieron.
Bajaron de los cielos en túnicas blancas, resplandecientes, buscando los últimos vestigios de humanidad.
Fue después de unos días cuando el primero de ellos encontró unos pocos sobrevivientes. Pero dos escaparon y pudieron alertar a un campo de refugiados situado al este del mediterráneo.
Para esconderse de ellos cavaron refugios que con el paso del tiempo se convirtieron en una red de ciudades interconectadas.
Seiscientos años son. Los arcángeles aun buscan. No duermen, no descansan y no pararán hasta encontrarlos.
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--¿Y ahora que crees que esté sucediendo Clin?
--no es posible precisar las circunstancias, pero sin duda esta vez es un arcángel.
--Tienes razón, jamás hubieran actuado de esa manera si no.
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La oficina entera estaba esperando. Nerviosos observaban la pantalla principal.
Uriel estaba sentado en una roca. Su aura resplandeciente inundaba su alrededor de brillo. Elegante, soberbio. Con una mano apoyada en su rodilla sujetaba su barbilla. Parecía aburrido, el viento agitaba su blanco cabello. Sus ojos de fuego no miraban nada. Aguardaba.

--¿Está seguro jefe, que podremos obtener la información necesaria de Uriel?
Eso esperamos. Es el menos agresivo, podemos esperar buenos resultados al mandar a Erick.

Un estruendo se oyó en el pasillo. Como siempre, Erick había roto una alacena con equipo que estaba a la entrada de la oficina y su pequeño robot Clin moría de risa en el corredor.
“¡Eres un tonto Erick, no puede ser, siempre haces lo mismo!” Y su risa de ardilla borracha retumbaba en la oficina principal.

Cuando Erick entró, no hubo necesidad de decirle nada. Su brazo reaccionó inmediatamente. Uriel estaba en la pantalla, como lo había supuesto, uno de los siete. Pero…¿Uriel? Era demasiado peligroso. ¿Acaso intentaban...?
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El jefe dijo sin rodeos: “ésta es la situación. Necesitamos que subas y lo enfrentes, no esperamos que lo venzas, claro que no, pero necesitamos tiempo. Hemos elaborado un dispositivo que nos permitirá analizar a los arcángeles. A cada uno le acompaña un animal legendario, compuesto de los elementos químicos que conocemos. Sin embargo, ellos no parecen contener ningún átomo perteneciente a éste mundo. Necesitamos recopilar información, no logramos entender muchas cosas”.
Erick asintió. Desde que su entrenamiento había comenzado nunca había tenido un acercamiento cara a cara con alguno de ellos. La adrenalina causaba un efecto casi mágico en su rostro y sus blancos ojos se veían azules.
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Cuando algunas ciudades ya se habían establecido, surgió una interrogante. ¿Vivirían escondidos por toda la eternidad?
Eso no era posible, de cuando en cuando era necesario salir a buscar alimentos que no se podían obtener bajo la tierra y la vida de los escuadrones que salían a buscarlos se arriesgaba.
El líder de aquél entonces recomendó la formación de guerreros que pudieran enfrentarse a ellos. No se esperaba que los derrotaran, pues la fuerza y habilidades de los arcángeles sobrepasaban cualquier expectativa. Se esperaba entonces, que los distrajeran, de manera que cuando el escuadrón estaba en riesgo, pudieran huir a la ciudad y completar la misión satisfactoriamente. El primero de ellos fue llamado X y le fue dada una mística y legendaria espada: excallibur. La espada no podía ser tocada por ningún ser humano, ya que elegía a su dueño. La espada tenia conciencia de sí misma y ese portador nace cada 1000 años. El laboratorio concibió una solución para que X blandiera a excalibur. Su brazo derecho fue amputado y en su lugar fue puesto un brazo biónico con las características necesarias para ser aceptado por la espada. Fueron hechas mas espadas a réplica y los guerreros que sucedieron a X las blandieron.
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Los entrenamientos eran extremos. X estuvo a punto de morir en varias ocasiones. Sin embargo y aunque pusiera parecer absurdo, eso aumentaba su fortaleza.
La familia de X había muerto a manos de un arcángel. En una extraña situación, Miguel había arremetido contra un grupo de pescadores en la costa oeste del mediterráneo.

Su brazo era una combinación de moléculas manipulados genéticamente para acoplarse a una clase de metal. Roca bastante extraña llamado piedra lunar.
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Se le humedecieron los ojos. Sería imposible precisar el sentimiento que produjo esas lágrimas. Justo frente a el estaba Uriel. Por debajo de su túnica se veían unos pies de nieve, hermosos. Todo él era una obra de arte. ¿Qué les hacía destruir a los pequeños hijos de Dios, los olvidados, los pobres, los miserables seres humanos? Todo eso cruzó por la mente de Erick al contemplarlo, recordó las masacres, la guerra. ¿En realidad era esto lo que deseaban?
Sus pensamientos se congelaron. Uriel se había levantado de la roca. Su expresión daba a entender que lo sabía, que lo había estado esperando. Alzó una mano al cielo y un relámpago inmenso se vio en medio de los dos. Las nubes negras ya venían tras de él. Lanzó una ráfaga de viento que Erick esquivó con dificultad: “Es demasiado rápido”. Pensó mientras acumulaba una técnica en su excalibur. El laboratorio estaba estupefacto. Erick corrió hacia él mientras liberaba su técnica mientras Uriel hacia crecer una roca justo entre la técnica y él. Uriel era el manipulador de la naturaleza. Impasible, su lobo blanco aguardaba, parecían tenerle sin cuidado las acciones de su amo. Erick atacaba con fuego pero Uriel respondía con hielo rojo. Esto no acabaría nunca. Ambos eran rápidos pero los ataques de Erick eran rebotados.
Un punto en la pantalla lateral comenzó a moverse. Uno de los de la oficina se dio cuenta. Los demás estaban pegados a la imagen de la batalla. Zadquiel se dirigía a acompañar a Uriel. El miedo se expandió como humo de cigarrillo por la oficina. Era el fin. A esa velocidad tardaría una hora en reunirse con Uriel. No había manera de sacar a Uriel en tan poco tiempo. Además el dispositivo aún no había sido enviado pues estaban esperando un momento oportuno.
La única opción era ayudarlo de alguna manera para poder escapar de los dos monstruos y obtener la información. Era muy arriesgado.
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X estaba en las instalaciones. Lo llamaron y entró sudado y con sus ropas hechas garras por el entrenamiento.
“Te unirás a Erick, es la única oportunidad que tenemos para que sobreviva”. Los blancos ojos de X se entornaron, tenía un mal presentimiento.
“Debes darte pisa y sacar a Erick de ahí, enviaremos una cabina que los traerá de regreso La colocaremos a dos kilómetros de la ubicación actual de Uriel. Contamos contigo”.
Lo vistieron. Subía a la superficie en la cabina mientras, nervioso, rezaba por llegar a tiempo.

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Había oscurecido, eran las nubes que Uriel había traído consigo. Ambos saltaban aquí y allá entre las rocas. Apenas podían verse.
La mayoría eran destellos rojos. El elemento favorito de Uriel: el fuego.
Erick hacia lo que podía, su excalibur liberaba la energía necesaria pero él ya estaba cansado. Su brazo de carne sangraba y tenía mucha sed.

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