lunes, 30 de noviembre de 2009

Adolfo

El cielo esta azul, aunque con manchas extrañas en el.
Adolfo, un esposo, padre y trabajador ejemplar, sale de su casa una mañana de agosto. Se despide de sus esposa en la puerta nacarada de su hogar y se instala en la parada de autobus.
Va tarde y se impacienta, esta nervioso. Tal vez su jefe lo regañe, es la tercera vez que llega con quince o veinte minutos de retraso.
Por fin llega el camión y lo aborda inmediatamente, no sin antes darse cuenta que esta vez esta deslumbrante, en fin, no le da importancia y se sube.

Toma un asiento, el que sus ojos eligen al azar.
Mira por la ventanilla.
-El jefe va a matarme -piensa mientras se muerde las uñas.

Parecía que un imán atraía sus pupilas hacia el cristal

-que dem... ?

Detrás del vidrio se observaban los edificios, torcidos, negros, incluso... podridos?
De inmediato desvia la mirada, tenía que buscar algún transeúnte, esto tenía que ser producto de la cafiaspirina con coca de la mañana. ¿O serían los huevos fritos?

De cualquier forma, esto era espeluznante. Las personas parecían mas bien algo grotesco parecido a animales de gran tamaño, incluso creyó observar una especie de robot caminando por la acera.

Volteó a ver a las personas que iban en el camión.
Tenían las caras desencajadas y nerviosas, también el vidrio parecía ejercer una especie de magnetismo hacia ellas.

Se generalizaba, Alfredo no podía más, iba a salir. Las figuras a veces se acercaban mucho al camión. Eran monstruos.

Entonces ocurrió.

Una forma gigante surgió detrás de los edificios. Agitaba las manos y tomaba a las criaturas.
- Esto es un ataque, tenemos que salir de aqui.-pensó Alfredo.
La primera persona que se percató, se dirigió ahacia la puerta. Alfredo estaba inmovil, atorado en su asiento.
Las demás personas intentaban salir del camión, pero la puerta estaba atascada.
El caos se hizo presente, el chofer se levantó y también trató de abrir la puerta.
Alfredo solo podía abrir los ojos hasta donde su orbita se lo permitía.
Luego, el camión empezó a sentirse caliente, asfixiante.
¡Se incendiaba! ¡el camión se incendiaba por la parte de atrás! Salía humo negro que parecia dirigido a Alfredo y éste, por fin se levantó. Se unió a los gritos desquiciados de los demás tratando de derribar la puerta. Entonces...

-¡Hijo! ¡ven a comer! es la última vez que te lo digo.

Un niño obeso en un cuarto azul jugando con sus monitos contesta: -¡ya voy mamá!- mientras avienta los monitos que tenia en la mano.
Las casitas ya estan muy viejas al igual que los monitos. Lo nuevo era el camionsito, reluciente y amarillo.
Sale del cuarto dando traspiés y tirando el encendedor que tenía en la mano.

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