lunes, 30 de noviembre de 2009

A Hécate

¡Ay! ¡no llamó! ¡soy presa de unos dolores terribles!
¡Me retuerzo!
¡¿En que mal tan profano me habré visto envuelta para merecer semejante calamidad?!
¡Que el dios de los hombres se apiade de mi aun esperanzado corazón!
¡Oh! ¡hécate! diosa de la noche, ¡cántale mi canción!
¡Oh! ¡Esta canción de anhelo y desesperación!
¡Que la oiga!
¡Y que su seno se hinche del más profundo arrepentimiento!
¡Hécate!
Me arrojo a tus brazos en lágrimas, lágrimas que me parecen océanos de deshielo. ¡Así como se derrite entero mi antes congelado corazón!
¡Hécate! Caro a ti, te confío.
El delicado y sutil oído de mi amado ¡ay de mi que lo amo!
¡Ay de mi que canto esta canción eterna y desbordante!,
que ha de acabar con el ultimo atisbo de sensatez y de razón

No hay comentarios:

Publicar un comentario